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En la primavera del 1949 corrieron miles a la parte del oeste de Herford. En el otoño del mismo año les atrajeron hasta 30.000 personas diariamente al Rosenheimer Traberhof. Una manada de enfermos y personas que sufrían. Ellos tenían solamente una meta: Bruno Groening. Para muchos era él la última esperanza. Derrotados por la guerra, deshauciados por los médicos, tenían estas personas solamente un deseo: Recobrar la salud, librarse de la necesidad y de los dolores. Bruno Groening debería ayudarles....
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